Y a las 18:30 se hizo de noche.
- JC, V´18
- 3 nov 2018
- 1 Min. de lectura
Entre la lavadora y el horno hay un rincón.
Un rincón con vistas al campo, topado por la figura de una bici al rodillo.
Un rincón donde se sienta a pensar.
Calculando el tiempo.
El que le queda de ir a 33 en una etapa de 1.200 positivos y 100 de distancia.
A mediodía, el Otoño es un paraíso.
Los rayos de sol hacen que los 13 grados parezcan 18 sobre su cabeza.
Esas colinas, esos repechos, esas curvas, esa cadencia, ese ciclista que rueda solitario entre Valdilecha y Brea de Tajo.
Filósofo incomprendido de sus penas y glorias, negocia un pensamiento entre el jadeo del sufrimiento y las curvas del descenso.
Atado a los pedales, el único camino posible es hacia adelante.
Oculto tras los espejos de las gafas pasa un pseudónimo entre pueblos y gentes.
Rompería la cadena si tuviera fuerza.
Dejaría al viento en contra empujar su cuerpo en un llaneo imposible hasta reventar.
El teléfono suena y el ruido del aire no le dejan oír.
- Estáis bien?
- Vuelvo ya,...
Y a las 18:30 se hizo de noche.
Luces y obscuridad.
Carretera que no acaba.
Deseo.
Volver a caminar.
Tener una vida de nuevo.
Que si lo hice mal, pido perdón.
Que no me aten al abismo de la soledad.
Que si llegó al final, tenga compañero fiel y noble, que me quiera.
Que vuelva a ser yo.
Esa luchadora incontestable.
Esa que canta sus notas al patio de butacas de un Teatro Real afónico de aplausos.
Azul, líneas en el mar.
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